Desde Stonehenge – y quizás mucho antes – la verticalidad ha sido considerada como sagrada. Es la celebración de nuestra “puesta en pie” y la consiguiente liberación de las manos que dió origen a la especie humana. La puesta en pie que conformó la biología de columna vertebral y de la masa cerebral tal como la poseemos los humanos. Eje y sostén de la verticalidad física y espiritual de la persona humana. Por eso - y quizás por más cosas que nadan en mi subconsciente libre pero clandestinamente - me sedujo desde siempre la forma y la verticalidad de la columna.
Y también desde Stonehenge – y quizás mucho antes -, la misma celebración de la verticalidad como homenaje a la liberación de las manos dió origen a lo más esencial de nuestra cultura : el nacimiento de la conciencia simbólica.
La creación del lenguaje de los símbolos. La metamorfosis, la transformación, la transubstanciación de la forma y de la materia en cuerpo y sangre de nosotros mismos. La verticalidad es la sagrada forma de la especie humana técnica, de la misma manera que el círculo es la sagrada forma del ser humano como ser mental&espiritual.
En su obra Lola Tudela continúa, de la manera más personal posible, esa celebración. Lola celebra el culto a la columna y al círculo. Sacerdotisa en ese arte del que Ernesto Cardenal dice “Todo arte es religión”.
De la columna Lola se quedó con la jónica. “Otros órdenes expresan a su manera la misma belleza pero yo prefiero la dulzura que evocan las volutas.” Yo también prefiero la geométrica feminidad de la columna jónica a la contundencia militar de la dórica así como al manierismo vegetal de la corintia.
El simbolismo que me sugiere la unión de fuste y capitel jónico. Volutas pensadas como trompas de Falopio que transforman radicalmente el significado del esfuerzo arquitectónico de la columna en graciosa penetración dentro del espacio vaginal imaginado que delimitan las volutas del capitel. ¿O podríamos decir más sencillamente que la voluta transforma la masculinidad fálica del fuste en feminidad cariátide?
Su obra es pronao donde entran todos y todos pueden contemplar y meditar el arte de las columnas.
De cualquier manera la columna jónica que Lola Tudela trabaja magistralmente es el triunfo de la elegancia, de la forma. La prevalencia de la retórica sobre la funcionalidad en la arquitectura. Es su manifiesto de que la funcionalidad puede y debe ser superada por la forma. Y muy posiblemente también su afirmación como artista de que la razón de la forma es entre los seres humanos, al final, muy superior a la lógica de la razón. Así lo pensaban los griegos que la inventaron en tiempos de la Grecia Arcaica, en las regiones más fértiles y cultas de Asia Menor, la actual Turquía.
Agradezco a Lola esta ocasión que me ha dado para pensar de nuevo en la columna, que también para mí, como para tantos, ha sido durante mucho tiempo y es motivo de especial atención.
Y para finalizar una cita del eminente arqueólogo Francisco Brotons Yagüe : “Todo ello nos ha permitido sugerir que la columna en el mundo ibérico del s. II, probablemente por influencia de modelos helenísticos adoptados y difundidos por el mundo púnico, adquiere una relevante significación religiosa como materialización física de una hierofanía cósmica; quizá por un proceso de transmutación, la columna, un elemento estructural pétreo indestructible y perdurable, se convirtió a la vez en residencia de la divinidad y centro del universo, simbolizando el arbol sagrado o cualquier otro elemento natural vegetal de los que pudieron haber sido venerado en los viejos santuarios ibéricos al aire libre (loca sacra).”